Un blog de mitos, leyendas, costumbres y tradiciones de México

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Un árbol con figura de mujer

La mujer convertida en árbol

Leyenda de Ciudad del Maíz, SLP

Recreada por Homero Adame

Una vez que andábamos recorriendo panteones porque eran días de Muertos, aprovechamos para ir a conocer la Colonia Italiana y nos sorprendió que allí no hubiera ambiente festivo ni flores de cempasúchil o vendedores ambulantes. El cementerio es pequeño, como lo es el poblado, y en muy pocas tumbas había decoraciones, pero en las que tienen apellidos italianos, no.

Antes de seguir nuestro recorrido por otros pueblos y panteones, paramos en un tendajo a comprar unos refrescos y algo para el camino. Platicando con la gente allí nos contaron de un árbol en forma de mujer, un árbol que, según decía la gente mayor, antes no existía, nadie lo sembró, simplemente apareció un día para sorpresa de quienes lo vieron ya crecido en un lugar cerca de El Encinal donde antes no había nada parecido. Eso sucedió hace muchísimos años cuando los italianos vivían en esa región todavía. Cabe mencionar que esos italianos llegaron de Trento, Piamonte o Véneto hacia 1882 y se instalaron en la Colonia Díez Gutiérrez −mejor conocida como Colonia Italiana porque fueron 109 familias que llegaron, pero ante la desorganización gubernamental para cederles terrenos cultivables y otros problemas, sólo quedaron diez para 1883 y poco a poco se fueron yendo a otros lugares con presencia italiana hasta que no quedó ninguna de las familias migrantes originales, salvo en el panteón, y algunos descendientes.

Cuentan que uno de aquellos migrantes se fue a Ciudad Valles a buscar trabajo y le prometió a su mujer regresar a los pocos días y, en caso de conseguir trabajo, llevársela a ella y a los hijos para vivir siempre juntos. Pasaron las semanas, pasaron los meses y el hombre nada que regresaba y tampoco enviaba recados y menos dinero para la familia que había dejado en la Colonia Italiana. La gente empezó a murmurar que seguramente se había «huido jullido con otra mujer que había conocido allá en la Huasteca, que ya no quiso regresar a la Colonia Italiana porque allí no había futuro y cosas así. Esos chismes obviamente llegaron a oídos de la afligida mujer que no quería creer que su esposo la hubiera dejado por otra y mucho menos que hubiera abandonado a sus hijos, pero la duda siempre está y así la mujer le fue dando vueltas y vueltas en su cabeza hasta que empezó a salir a caminar al monte pidiendo a dios que trajera a su marido de regreso o que alguien le diera razón de él. Conforme pasaba el tiempo y el hombre no aparecía y no había señales de su paradero, la mujer fue perdiendo la esperanza y, con el tiempo, la razón.

Una tarde iba caminando por el viejo camino de herradura cuando, en su tristeza y desesperación, empezó a renegar de dios por ser tan injusto y entre sus reniegos se detuvo, levantó la vista y los brazos al cielo y gritó que de allí no se movería hasta que dios le cumpliera su deseo de tener a su marido de regreso; dijo que, aunque le salieran raíces de los pies, no se movería. Y no se movió.

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Aunque era un atardecer despejado, sin nubes, sin nada que indicara una tormenta, mientras la mujer imploraba y maldecía con los brazos y mirada al cielo, el cielo se iluminó y cayó un rayo justo donde estaba ella parada. No se sabe si le cayó el rayo a ella, pero lo cierto, según la leyenda, es que en vez de matarla o calcinarla quedó convertida en árbol. Como no la volvieron a ver y los hijos quedaron prácticamente huérfanos, la gente dijo que se había ido a buscar al marido ausente y que murió allá lejos o que se perdió.

Desde aquella tarde despejada empezó a crecer ese árbol que siempre parece estar seco, con su tronco como si fuera cuerpo de mujer y sus ramas como si fueran los brazos extendidos hacia el cielo. Pero en primavera reverdece y florece y eso se interpreta como la esperanza de que algún día el árbol deje de ser eso y vuelva a convertirse en una mujer que fue castigada por renegar de dios y, al levantársele, el castigo pueda encontrar descanso. Eso será cuando llegue a sus oídos (o a sus hojas) algún mensaje del marido ausente, un mensaje aunque sea de ultratumba.

Nota: foto cortesía de Vianney Rivera Segura

Mitos y leyendas del Altiplano: La cruz de mezquite

UNA LEYENDA DE LA CRUZ DE MEZQUITE

(Versión editada sobre una leyenda escuchada en Mier y Noriega, N. L.)

Los ancianos de siglos pasados contaban que la tradición de la cruz de mezquite no es cosa del cristianismo, sino que viene de más atrás, de mucho antes que llegaran los españoles a tierras del Altiplano e impusieran su religión, la cual era desconocida y ajena para los habitantes del desierto, los huachichiles. Aunque los conquistadores veían todo lo que los naturales hacían como cosa del demonio, lo único que sí aceptaban era que éstos le rindieran culto al mezquite; al tener sus brazos extendidos como si formaran una cruz, lo interpretaban como algo similar a la religión cristiana. Pero la verdad sea dicha: para los nativos representaba un poderoso espíritu de la naturaleza manifestado en un árbol con apariencia humana, con su cuerpo erguido y sus brazos abiertos, al cual se le pedía que trajera las lluvias cuando una sequía era prolongada. Leyenda de Homero Adame.

Al darse el sincretismo de creencias, Foto de Homero Adamecon el paso del tiempo se perdió la esencia huachichil y el culto al mezquite con forma de cruz tomó un giro católico; en la actualidad, a cualquier mezquite con tales características le hacen su fiesta el 3 de mayo, día de la Santa Cruz. Sin embargo, cuando hay sequía, la gente le lleva ofrendas porque sabe que hará el milagro de traer las lluvias.

En Mier y Noriega, N.L. cuentan que, en cierta ocasión, un campesino que desconocía esta tradición andaba en el monte buscando leña y al encontrarse un mezquite en forma de cruz, decidió cortarlo. Llegó a su casa con una pila de leña y con la cruz para levantarle un altar. Cuando los vecinos se enteraron, le solicitaron que hiciera algo para pedir perdón, pero él dijo que no creía en esas cosas. Al tercer día, cayó una tromba que arrasó con el pueblo, provocando la muerte de todos los integrantes de la familia del campesino. Éste, previendo que los lugareños tomarían represalias contra él, había alcanzado a huir de la comunidad y jamás se supo de su paradero. Entretanto, la gente tomó la cruz, organizó una peregrinación para devolverla a su sitio original y la enterró. La lluvia continuó por varios días más, hasta que la furia del poderoso espíritu se calmó. Pero aquí no concluye la historia: afirman que ahí mismo creció un robusto mezquite también en forma de cruz, el cual sigue en pie y la gente lo venera. Leyenda tomada del blog https://adameleyendas.wordpress.com/2011/05/02/mitos-y-leyendas-del-altiplano-la-cruz-de-mezquite/

Éste es un fragmento del relato que se publicó en mi libro Libro de Homero AdameMitos y leyendas de huachichiles, editado por la Secretaría de Cultura del Estado de Oaxaca en 2008.

El libro se puede conseguir en las librerías de San Luis Potosí

Si te interesa el tema de la cruz de mezquite, puedes leer un ensayo en este enlace:

Tradición de la cruz de mezquite el día de la Santa Cruz

También puedes leer más leyendas indígenas en este otro enlace:

Leyendas indígenas mexicanas

Para saber qué diferencia hay entre mitos y leyendas, sigue este enlace:

Mito y leyenda, ¿cuál es la diferencia?

El colorido primaveral de las jacarandas

LAS JACARANDAS Y SU COLORIDO PRIMAVERAL

Después del invierno, largo o corto, gris o soleado, dependiendo de las latitudes, llega la primavera con su explosión de aromas y de colores en diversas tonalidades. Es el tiempo de disfrutar desde las florecillas silvestres hasta los majestuosos árboles que adornan las calles y avenidas. Uno de estos grandes árboles es la jacaranda, que sobresale por sus flores de color violeta o morado-azul, en forma de ramilletes de trompetitas, y nos ofrece su alegría en esta época del año.

La jacaranda o jacarandá, cuyo nombre botánico es Jacaranda mimosifolia y pertenece a la familia de las Bignoniáceas, es una especie nativa de América tropical que requiere de mucho sol y de un tipo de suelo rico en materia orgánica y con buen drenaje. Su floración inicia entre marzo y abril, dependiendo de las condiciones climáticas de la región pues es muy sensible al frío, y puede durar con su singular colorido hasta inicios del verano, siempre atrayendo a los inquietos colibríes y a las alegres mariposas. Sin embargo, todavía en estas fechas de calor logra ofrecernos un espectáculo adicional, efímero y hermoso, cuando al tirar sus flores se forma una especie de alfombra de color lila celeste en banquetas, calles y plazas. Algo similar sucede con otro árbol, el flamboyán (Delonix regia, de la familia de las Cesalpiniáceas), común en los estados del norte donde casi no se dan las jacarandas, y sus flores son de un color rojo escarlata vibrante. Texto de Homero Adame.

Aunque es cierto que la jacaranda crece de manera casi silvestre, también requiere de mantenimiento para conservarse en estado óptimo; por ello, en algunas casas y en jardines públicos la podan para despuntarle sus ramas y remover las que ya están marchitas. Aún así, y dadas sus características, no se le puede dar forma artística como a ciertos arbustos ornamentales.

La jacaranda tiene dos usos principales: el arquitectónico, para adornar y dar sombra en parques y avenidas, así como para darle un toque estético a zonas públicas o áreas residenciales, y el de ebanistería, pues de algunas de las 40 especies de esta familia se aprovecha la madera, de agradable aroma, para hacer muebles finos. Sin embargo, tiene otro uso también, aunque menos conocido, ya que en medicina tradicional se prepara una infusión con las flores contra problemas estomacales.

Así, cuando esos árboles que durante el invierno todavía se miraban sin follaje pero ahora estallan en sus tonalidades de color lila, sabemos que la primavera ha llegado. A partir de entonces, y por varias semanas, disfrutaremos de las flores de las jacarandas y de los azules cielos primaverales que dan un singular contraste.

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