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Mitos y leyendas de Guanajuato: El ánima que quería irse a otra sepultura

EL ESPÍRITU DE LA NIÑA QUE PIDIÓ CAMBIARSE DE TUMBA

Leyenda de Jaral de Berrio, Guanajuato

Una vez que andaban haciendo unos arreglos aquí en el templo, un muchacho de repente encontró un cajoncito, o sea caja de muerto pero de niño –explica el Sr. Juan Orta–. Luego, luego fue a dar aviso al párroco y a las autoridades porque estaba esa cajita empotrada en una pared y no tenía lápida ni nombre. Sacaron la cajita y la examinaron y luego la enterraron en el piso. Cuando hicieron el hoyo encontraron otra más abajo, también de niño. Nadie sabía de quiénes eran ni por qué estaban ahí. Sabemos que esta capilla de La Merced era de los hacendados, del conde de Jaral de Berrio y su familia y que a ellos los sepultaron en el área exclusiva donde están los nichos. Hay varios nichos vacíos, pero no han vuelto a enterrar a nadie allí porque ya no quedan familiares de los Moncada*.

Parece que una de las cajitas es de una niña que allá por 1970, cuando hicieron la carretera, la mató un camión, o sea que la atropelló. Era una niña de San Francisco, un pueblo aquí cerquita, que tenía como cinco o seis años y quedó muerta en la carretera. Fue muy triste para la familia y para toda la gente ir al velorio, a la misa y luego llevarla a sepultar al panteón de aquí de Jaral.

No pasaron muchos días cuando la gente que vive cerca del panteón empezó a ver a esa Foto reacreación artística de Homero Adameniña que andaba caminando y llorando cerca de su tumba o se asomaba, pero sin salirse del panteón; no es que la vieran de carne y hueso, sino que era su ánima la que se aparecía. La gente decía que la niña quería que la trajeran a enterrar aquí a la capilla de La Merced. Eso decía la gente porque le preguntaban al ánima de la niña que por qué lloraba tanto y ella le respondía eso, que no quería estar en el panteón sino aquí en la capilla. La gente, asustada, le avisó al cura y él fue al panteón y esperó a ver si salía la niña. Él nunca la vio, pero sí le creyó a la gente y también porque los papás de la niña le pidieron cambiar sus restos del panteón aquí a la capilla de La Merced. La sacaron de allá y se la trajeron a sepultar aquí y mucha gente no se enteró de eso, o sea que lo hicieron muy en silencio. Después, ya nunca volvieron a contar que vieran a la niña en el panteón o que escucharan sus llantos. Es que su ánima encontró descanso cuando la trajeron a sepultar aquí a la capilla.

Esta historia que le cuento a lo mejor se nos hubiera olvidado, pero debido a que aquel muchacho encontró las cajitas yo me acordé de que habían traído a sepultar aquí a la niña. Me acuerdo también que el cura y los encargados del INAH** en los trabajos de remodelación decidieron volver a enterrar esas cajitas ahí mismo. Las volvieron a meter, y taparon con piso para que así se siga respetando el descanso de esas ánimas. Leyenda recopilada por Homero Adame

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*La familia de Juan Nepomuceno de Moncada y Berrio (1781-1850) era dueña de la hacienda de Jaral de Berrio y de muchas más.

** Instituto Nacional de Antropología e Historia

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Puedes leer más leyendas de ánimas y espantos en este enlace:

Mitos y leyendas de Guanajuato: La cueva encantada

LEYENDA DE UNA CUEVA ENCANTADA

Leyenda de Guanajuato

Hace muchos pero muchos años, a un niño llamado Luis que vivía en Los Calderones le sucedió algo increíble. Una mañana se fue él con su hermano mayor y su padre a Guanajuato para comerciar productos. Salieron de madrugada de Los Calderones para llegar temprano al tianguis. Cuando iban pasando por un lugar donde se encuentra la cueva vieja (donde antiguamente se celebraba la fiesta a San Ignacio el 31 de julio), al niño le dieron ganas de ir al baño. Para no retrasar a los demás, les dijo que en un rato los alcanzaría. Se metió a la cueva para hacer sus necesidades.

Cuando Luis ya se disponía a salir de la cueva para alcanzar a su padre y a su hermano, escuchó unas voces que salían del interior de la cueva, y por curiosidad se metió a ver quién andaba adentro. Eran dos muchachas muy bonitas que le dijeron que iban a darle un regalo. Aunque Luis conocía esa cueva, ya que antes la había explorado junto con su hermano y un primo de nombre Manuel, le causó mucha sorpresa ver túneles bien trazados, que no había visto antes. Siguió a las jovencitas a través de uno de aquellos túneles hasta que llegaron a una ciudad reluciente con luz natural, y eso que estaba en el interior de la tierra. Las chicas le dieron a Luis un recorrido por la ciudad y le dijeron que podía llevarse una cosa que quisiera, pero sólo una. Había comida, joyas, monedas de oro y muchos otros objetos desconocidos para él. Como desconocía el valor del oro o de las joyas, en cierto momento agarró un collar de obsidiana y rubíes para llevárselo de regalo a su mamá. Leyenda de Homero Adame.

Después de varias horas de andar disfrutando de aquella ciudad maravillosa y de conocer a gente muy amable, Luis se acordó que tenía que alcanzar a su papá y a su hermano en Guanajuato. Se lo dijo a sus anfitrionas, quienes lo acompañaron a la salida de la cueva.

Antes de entrar al túnel Luis vio un platón lleno de frutas. Sin pensarlo, agarró un racimo de uvas para el camino. Así, Luis y las chicas llegaron casi en la salida, donde ellas se despidieron de su huésped y él les agradeció de todo corazón por sus atenciones. El sol brillaba con intensidad y Luis pensó que tendría que irse corriendo para llegar a Guanajuato. Las jovencitas se metieron a la cueva y el túnel se cerró hasta quedar como siempre había estado: en pared de roca viva.

Cuando estaba a punto de salir de la cueva, Luis sintió hambre y sacó el racimo de uvas de su bolsillo para comérselas. Al dar el primer mordisco, se escuchó como una explosión y de pronto se hizo de noche. Luis sintió mucho miedo y no quiso salir de la cueva, pensando que vendría una tormenta. Esperó y esperó hasta que le ganó el sueño, sabiendo que al amanecer se iría a su casa en Los Calderones y anticipando una fuerte regañada de su papá.

Con el primer rayo de sol Luis despertó y se fue corriendo a Los Calderones. Al llegar, se llevó la sorpresa de su vida: el pueblo era más grande y se veía distinto. Su casa estaba casi en ruinas, la de sus abuelos, abandonada. Preguntó a la gente por sus familiares y todos le dijeron que nadie con esos nombres vivía en Los Calderones. Para su fortuna, un anciano lo reconoció; era su primo Manuel, que a pesar de ser casi de la misma edad que Luis, él había envejecido mientras que Luis seguía siendo un jovencito. Don Manuel se mostró muy sorprendido de verlo y le preguntó dónde había estado tanto tiempo, pues todos pensaron que o había muerto o se lo habían robado. Luis le platicó de su singular aventura en la cueva y del fantástico pueblo en su interior. Don Manuel conocía la cueva y la leyenda y supuso que lo que su primo le había contado era verdad, pues Luis seguía viéndose como un niño a pesar de los muchos años transcurridos.

Así fue la extraña historia de Luis, quien creció y estuvo viviendo con su primo Manuel varios años hasta que éste murió. Como en Los Calderones todos los tachaban de loco por contar una historia fantástica de una ciudad en el fondo de la tierra y de hermosas princesas, Luis decidió irse de allá y jamás se volvió a saber de él. Leyenda de Homero Adame tomada de su blog: https://adameleyendas.wordpress.com/2010/10/13/leyenda-de-la-cueva-encantada-en-guanajuato/


Nota: una versión más detallada de esta leyenda está publicada en mi libro publicado por Editorial Trillas: Mitos y leyendas de todo México.

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Para leer la descripción de la Fiesta de la Cueva, dedicada a San Ignacio, que se celebra en Guanajuato, sigue este enlace:

LA FIESTA DE LA CUEVA

Si andas buscando más leyendas guanajuatenses, sigue estos enlaces:

¿Quieres leer leyendas mexicanas en inglés? Aquí hay un enlace:

¿Sabes qué diferencia hay entre un mito y una leyenda? En este enlace puedes enterarte:

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