Un blog de mitos, leyendas, costumbres y tradiciones de México

Entradas etiquetadas como ‘Anécdotas y leyendas de Homero Adame’

La centella de San Francisco en San Miguel de Allende

Según las crónicas históricas de San Miguel de Allende, el jueves 29 de julio de 1943, a las 4:25 de la tarde con cielo despejado, un rayo impactó en el campanario del templo de San Francisco. A continuación tenemos algunos relatos orales al respecto_

₰₰₰₰₰₰₰

Creo que fue en 1943 cuando pegó la centella en San Francisco. Esa centella –a mí me robaron la fotografía que yo tenía, una fotografía histórica que tenía la hora de las 4:25 de la tarde cuando vino la centella– tumbó parte del campanario de la torre de San Francisco. Abajo estaban varios albañiles haciendo una cepa y las canteras que cayeron mataron a dos de esos albañiles. Mi tío Agustín Sautto estaba parado allí enfrente, recargado en un poste de luz, que eran como rieles de ferrocarril, y ahí hizo tierra la centella y aventó a mi tío a media calle. Mi abuelo estaba en el escritorio de la casa y lo vio, lo vio que salió volando y que cayó a media calle. Corrió mi abuelo y le dijo: “¿Qué te pasó, Agustín, qué te pasó?” Y mi tío le dijo: “Nada, papá, nomás el susto”. Cuál no le pasó nada si a los nueve meses se murió. Se desprogramó, le dio el síndrome de Stokes-Adams que desprograma el ritmo sinodal del corazón. Fue varias veces a México a las especialidades de cardiología, pero como no había tratamiento a los pocos meses murió aquí en San Miguel.

Luis Miguel Villarreal

Agustín Sautto murió a los pocos días de que fue golpeado por el rayo que cayó en San Francisco. Quedó muy afectado y falleció a los pocos días.

Graciela Cruz

Agustín Sautto fue el hombre más rico que había en San Miguel, según creo yo. Él era hijo de una señora Vázquez que fue dueña de esta casa que estamos hablando (la del númbero 23 de la calle San Francisco).

José Ignacio Reyes Retana

Yo soy del 42, entonces estaba muy chiquita cuando sucedió eso de la centella que tumbó parte del campanario de San Francisco. Mi mamá tenía su puesto afuera del templo y yo estaba con ella. A un lado estaba una comadre de mi mamá con su puesto. Aunque era una tarde sin nubes, de pronto escuchamos el trueno y se dejó venir la centella que pegó en la torre y tumbó unos pedazos de cantera. Mi mamá sin saber, al escuchar el estruendo del trueno se hizo a la pared, se recargó y yo le corrí, yo aspiraba a meterme al templo, pero estaba cerrado a esa hora. Los pedazos de cantera nos pudieron haber matado porque cayeron casi encima del puestecito de mi mamá. En el puesto de la comadre, que estaba como a cinco metros, no cayó más que puro polvo. Supimos que el rayo mató solamente a una persona casi inmediatamente. Estaba en aquel tiempo la ambulancia en la calle de Núñez, pero no había carros de ambulancia; entonces llegaron corriendo los camilleros y vinieron a recoger a esa persona que estaba tirada a mitad de la calle. No me acuerdo muy bien cómo fue esto porque yo era muy niña cuando sucedió, pero parece que el rayo alcanzó a ese señor que estaba parado afuera de la casa donde estaba la primaria y el impacto lo aventó muy lejos y cayó a mitad de calle, algo así. No sé quién haya sido ese señor que murió y ojalá esté descansando en paz.

Soledad González

Mi tía Lupe la cristera contaba que cuando pegó el rayo en el campanario de San Francisco ella estaba en el jardín con otras personas y que el badajo de la campana le cayó en la falda; usaban de esas faldas largas y ahí le cayó el badajo. Si le hubiera pegado a ella o a alguien, la mata.

Maruja González

Mi hermano Juan platicaba eso de la centella porque él trabajaba en la Oficina de Rentas como empleado y una tía trabajaba haciendo el aseo en la misma casona. Decía que fue en la tarde, que él estaba en el balcón de ese lugar con otras personas y que la tía estaba barriendo afuera en la calle. Tronó muy feo y vieron que enfrente se cayó parte de la torre de la iglesia. No me acuerdo si platicara de alguien que haya muerto, pero decía que la tía corrió a mitad de calle a ayudar porque el rayo había alcanzado a un hombre que estaba tirado casi enfrente de la Oficina de Rentas. Luego mi hermano Juan y sus compañeros bajaron corriendo para ayudar también.

Salvador Ochoa

«Fue el tacón». Anécdota chusca de Linares, NL

Las escuelas y colegios son lugares que conservan muchas anécdotas que se pasan de generación en generación, y en muchos casos son modificadas, cambiando los personajes originales por personajes actuales. Cada institución seguramente tiene una lista interminable de anécdotas, pero voy a narrar una que escuché en mi niñez y sigue contándose en el Colegio Linares.

Por razones obvias, se ha evitado dar los nombres de los personajes que tomaron parte en esa historia, y el único nombre que se menciona sí es el real.

Ilustración de Jennifer Hennen 1997

Un día estaban los niños de sexto año del Colegio Linares en clase de aritmética con su profesor, cuando de repente se escuchó un sonoro pedo. Fue tan ruidoso que todos los niños empezaron a reír y a mirar al lugar donde provino el ruido.

Como la única persona al frente era el maestro, entonces era obvio que él había sido, y ante la mirada de risa y cierto miedo de los niños, el profe no tuvo otro remedio que buscar una excusa convincente para que todo quedara aclarado. Así que les dijo: “Fue el tacón, fue el tacón”, mientras hacía un movimiento de tallar el tacón de su zapato sobre el piso. “Fue el tacón, fue el tacón” seguía diciendo y queriendo imitar el sonido con el tacón de su zapato.

Y ante aquella situación entre penosa y chusca, se oyó el grito de Cañamar, uno de los alumnos que exclamó: “¡Sí, fue el tacón de frijoles que te echaste case Jaime Adame!”, y todos siguieron riendo.

Libro de Homero Adame
Esta anécdota fue publicada originalmente en el libro
Mitos, cuentos y leyendas regionales, tradición oral de Nuevo León
por Ediciones Castillo, 1998.

EL «DIAMANTE» MÁS CARO DEL MUNDO

(Sucedido en Rayones, N.L.)

Sin precisar las fechas del suceso, esta es una anécdota muy singular que bien debió haber sido incluida en el libro Guiness de Récords. Lástima que no hayan quedado pruebas para registrarla.

Cuando andábamos en campaña (electoral), una vez que fuimos a Rayones nos platicaron una historia bien chistosa; algo que supuestamente sucedió hace como unos 15 o 20 años –me cuenta Jorge Adame Martínez.

            Resulta que un día corrió el rumor de que se había caído una avioneta allá por el rumbo de Las Cebollas, una comunidad en la sierra adonde sólo se llega en lomo de bestia. Entonces, como a todos les encanta el guato, luego lueguito se fueron los hombres en mulas y burros para ver la avioneta estrellada. En aquel tiempo no había carretera ni nada y hasta los policías andaban a pie, por lo que no sé si ellos fueron también. Cuando llegaron parece que encontraron al piloto de la avioneta todo calcinado, además de puros pedazos de metal regados por todas partes. Y también vieron muchos bultos como de talco regados por doquier.

            Como esa gente no sabía qué era, recogieron los bultos y se los llevaron a Rayones. Ya era bien de tarde y como no había ni teléfono en ese entonces, las autoridades tuvieron que esperar hasta al día siguiente para dar aviso a Monterrey. Con eso que alguien tuvo que ir a Montemorelos, la judicial o los soldados tardaron un par de días en venir.

            Eso ocurrió un miércoles o jueves, según me contaron, porque el sábado es cuando allá se juegan béisbol. Entonces ese sábado se juntó la raza a jugar, mientras esperaban que llegara la policía de Monterrey. Ya estaban listos para empezar el juego cuando se dieron cuenta que no tenían cal para rayar el cuadro o el diamante. Estuvieron alegando entre ellos que si jugaban o no, que necesitaban el cuadro pintado y cosas de esas, cuando alguien dijo: “Órale, pues ahí tenemos los bultos de talco de la avioneta estrellada.”

            Todos felices con la solución al problema, fueron por los bultos y entre todos rayaron el cuadro y marcaron el diamante. Dicen que les quedó mejor que nunca.

            Comenzaron a jugar como siempre, pero ni cuenta se dieron que se les empezó a hacer tarde. Juegue y juegue estaban sin siquiera cansarse tantito. Los chavillos se echaban una soda, los mayores su cerveza y seguían jugando con mucho ánimo. El que me platicó esto ni se acordaba cuántas entradas jugaron, pero dijo que se pasaron de las nueve de rigor, eso sí.

            A eso de las seis llegaron los de la judicial y del Ministerio Público a investigar lo de la avioneta. La gente seguía bien entretenida jugando, pero ahí le pararon. Entonces el comisario ejidal les explicó a los judiciales lo que había pasado y cómo fueron ellos hasta Las Cebollas. Hasta unas personas los llevaron para que dieran fe del asunto y se llevaran el cadáver del piloto.

            Cómo eran los tiempos antes y cómo había también ignorancia en ciertas zonas rurales o serranas. Los de la judicial les explicaron a los lugareños cómo estuvo todo. Resulta que la avioneta venía de quién sabe dónde toda cargada de cocaína. Eran los bultos de talco, o lo que la gente creyó que era talco.

            Fíjate lo que son las cosas: el cuadro de béisbol por un día estuvo rayado con cocaína. Con lo que ahora bien sabemos que cuesta esa droga, ¿cuánto dinero no estaba tirado ahí, en el solar donde jugaban béisbol? Entonces podemos concluir que ha sido el “diamante” más caro de la historia.

Este relato me lo contó Jorge Adame Martínez.

La imagen de Rayones fue tomada del sitio de Internet sierramadreoriental.wordpress.com. Que el enlace sirva de crédito a sus creadores

Anécdota chusca de un candidato perdedor

EL CANDIDATO

(Sucedido en algún municipio conurbado de Monterrey, N.L.)

Una vez que fuimos de vacaciones a Nuevo León, en pleno verano, había campañas electorales. No recuerdo dónde fue, pero un domingo manejamos a Cerralvo, supuestamente la población más antigua del estado y nos gustó, aunque hay ciudades neoleonesas más ricas en arquitectura colonial y tradiciones Íbamos de regreso al hotel en Monterrey y pasamos de largo Cadereyta, famosa por sus escobas y sus «lloviznados», y más adelante paramos en un pueblo para comprar agua y refrescos porque el calor estaba fuerte. La plaza estaba hasta el tope de gente; no del paseante dominguero común y corriente, sino de los partidarios de un candidato del PRI que andaba en su cierre de campaña.

Los vitoreos y aplausos eran continuos. Los animadores no dejaban de hablar y gritar arriba en la tarima. Cuando por fin apareció el candidato, las hurras y los chiquiti–bums inundaron el ambiente con su estruendo. El hombre, tan sonriente como sudado, cogió el micrófono e inició su arenga previamente preparada. Hacia el final, debido a la emoción del momento se puso a improvisar sus últimas palabras. Los vivas y las ovaciones lo animaban cada vez más. Como todo buen cierre de un discurso o de un chiste requiere de un punch line eficaz, fuerte y persuasivo, el candidato terminó diciendo:

«… y ahí tenemos a los de la oposición, que no saben ni tienen experiencia para gobernar. Por eso a ustedes yo les digo: ¡más vale ratero por conocido, que ratero por conocer! Muchas gracias».

Cosa curiosa, luego me enteré de que perdió las elecciones y hasta la fecha ni él ni su mamá y menos tú o yo sabemos por qué.

El Padre Juanito, sacerdote y leyenda

EL PADRE JUANITO

 

Yo me acuerdo bien del padre Juanito, me tocó verlo muchas veces, saludarlo y platicar brevemente con él. Nunca me tocó estar en una de sus misas cuando oficiaba porque su parroquia era en Morales. Siempre lo recuerdo como un anciano, encorvado, chaparrito. Era muy bondadoso, sabía escuchar a los demás, darles consejo cuando se lo pedían y su voz daba tranquilidad –dice Antonio Ortega.

       Hay muchas cosas que cuentan de él, muchas leyendas y también hay muchos testimonios de cosas digamos que sobrenaturales. Por ejemplo, dicen que levitaba; mucha gente lo vio levitar dando misa al momento de la consagración y hay testimonios de gente que lo vio levitar cuando él hacía sus paseos de meditación en los atrios de las iglesias o en el parque de Morales. A mí no me consta, pero tengo familiares que sí porque afirman haberlo visto levitando. (Leyenda encontrada en un blog de Homero Adame.)

       No sé si haya tenido el don de la curación, pero una característica muy de él era que iba a los hospitales a visitar pacientes, hacer oración con ellos y si decía que se iban a aliviar, se aliviaban. O sea que más que tener el poder de sanación, él auguraba el final feliz de una enfermedad.

       Otra característica muy de él era la de siempre llegar a tiempo para dar los santos óleos a un moribundo, ya fuera en el hospital o en la casa de él o ella. ¿Quién le avisaba? No se sabe, simplemente llegaba.

       También cuentan que tenía el don de estar en dos o más lugares al mismo tiempo, y eso sí me consta porque una vez me tocó verlo en dos lugares distantes con diferencia de pocos minutos y me quedé bien sorprendido y desde entonces tengo mi propio testimonio. Fue una vez que mi esposa estuvo hospitalizada en el Centro Médico del Potosí antes de que se convirtiera en el hospital Ángeles. Eran como las tres de la tarde cuando iba en el coche al hospital. En la esquina de Carranza para dar vuelta por el callejón que está entre el parque Morales y el deportivo, lo vi que estaba platicando con unas personas. Llegué al hospital tres o cuatro minutos más tarde, me estacioné y fui directamente al cuarto para ver a mi esposa. Me quedé bien sorprendido que el padre Juanito estuviera allí, haciendo una oración mientras tenía a mi esposa tomada de las manos. Nos saludamos y cuando se fue me dijo que no me preocupara porque mi esposa se iba a aliviar muy pronto. O sea, en menos de cinco minutos, o algo así, lo vi en dos lugares distantes y no fue posible que él llegara primero que yo al hospital, y lo más curioso es que mi esposa me dijo que el padre había estado allí, rezando con ella, por casi media hora antes de que yo llegara. ¿Raro, no? Y eso no es todo, a los pocos minutos llegaron mis cuñadas y nos contaron que habían estado platicando con el padre Juanito en el restaurante y que les había dicho que su hermana, o sea mi esposa, ya se iba a aliviar. O sea que, sacando cuentas, estuvo en tres lugares al mismo tiempo.

       Sé que murió el padre Juanito en 2012 y sus últimos meses estuvo convaleciente, o sea que ya no podía salir a hacer sus paseos de meditación. Pero cuentan que en esas fechas lo veían en los hospitales visitando gente. Y aunque ya murió y lo sepultaron en la iglesia de Morales, mucha gente afirma que lo ha visto en los hospitales, haciendo oración con algunos pacientes.

El presbítero Juan Almazán Nieto, mejor conocido como el padre Juanito, nació en Rioverde el 27 de diciembre de 1915. Se ordenó como sacerdote el 8 de junio de 1941 y desde entonces tuvo diferentes cargos en seminarios y capillas. Fue párroco de Tequis y en sus últimos años estuvo al cargo de la parroquia de Morales. Murió el 16 de marzo de 2012.

 

 

 

Está leyenda fue publicada en el libro Misterios. Leyendas de San Luis Potosí. Edición de Graphstyle Publishers, 2014.

Leyendas queretanas: Cuevas y tesoros

CUEVAS Y UN TESORO

(Leyenda de El Zamorano, municipio de Colón, Querétaro)

Aquí también se le conoce como «Pinal de Zamorano» –dice don Macedonio Pérez Hndz., gambusino de oficio. Existen varias cuevas; en una de ellas sacaban ópalo. Yo sé porque yo llevaba a unas personas de México y sacábamos puras rojuelitas de ópalo ya liquidado; ellos se llevaban hasta tres cargas de costales de ixtle. Eran tres amigos Ignacio, Raúl y Javier.

De aquel lado hay otra cueva que le llaman «Rincón de la Peña Blanca» y de este lado hay otra cuevota grande donde hay una mata de órgano y por eso le dicen la «Cueva del Órgano». Hay también un lugar muy misterioso que le decimos la «Peña de la Colmena». Había siete colmenas ahí –todavía están–. Había un señor de Colón que se llamaba Apolinar y cada año las venía a capar esas colmenas. Se llevaba harta miel y la cera la regalaba en la parroquia de la Virgen de Soriano, a la Santísima Virgen de los Dolores para que no le pasara nada, porque la Santísima Virgen le ayudaba y lo protegía y le daba más miel de aquellas colmenas. Se descolgaba el señor de arriba de la ceja de la peña con unos cables y su señora se quedaba abajo con un bote recibiendo la miel. Ahí en esa peña también hay una cueva muy grandota, pero no tiene dibujos de los que usted anda preguntando. (Relato en un blog de Homero Adame.)

Pero allá en el cerro El Mexicano hay una cueva que le dicen «El Meco» porque hay unos nopales grandes de esos mecos. Ahí una vez espantaron a estos tres amigos de México. Yo los había acompañado para traer ópalo, pero cuando nos dio la noche yo me tuve que ir a buscar unos animales y ellos se quedaron en esa cueva. Luego me contaron en la mañana que estaban por dormirse cuando de repente oyeron unos ruidos así como cuando pega el bastón en el piso y oyeron una voz que les decía que sacaran el tesoro. Entonces se asustaron mucho y como les dio miedo, mejor se fueron. Yo me los encontré en la mañana en un reliz, estaban enteleridos con harto frío, tenían frío porque la noche había sido fría y también por el miedo que todavía traían. Nos sacaron nada porque la voz les dijo: “Todo o nada”, y como era una voz muy fea así como del más allá, mejor se fueron y no sacaron nada de esa cueva del Meco. (Leyenda publicada por Homero Adame.)

Notas:

1. La foto de cuevas fue tomada del sitio Guía turística México. Que el enlace sirva de crédito y agradecimiento a su autor.

2. La foto del cerro El Mexicano fue tomada de la página de Internet Tripmondo. Que el enlace sirva como crédito y agradecimiento a sus creadores.

Leyendas de Nayarit: La cruz de zacate

POR UNA CRUZ DE ZACATE

(Leyenda de Tepic, Nayarit. Dos versiones)

No’mbre, esa supuesta leyenda que cuentan, que es casi la más popular de Tepic, es puro rollo, o al menos eso pienso yo. Dicen que cuando andaban los primeros españoles conquistando estas tierras que supuestamente traían a unos indios labrando la tierra y, ¡oh milagro de milagros!, que ellos descubrieron ahí en medio de la labor una cruz de zacate. Entonces, según esto, los indios fueron corriendo a decirle a los frailes y los frailes ya vinieron a ver la cruz y como había sido un milagro divino, entonces ahí mismo levantaron su convento – dice Sebastián Lizaola, estudiante de 22 años.

No’mbre, puros cuentos. Tú que andas en esto de seguro ya te has encontrado un chorretal de leyendas parecidas de que por gracia divina se apareció no sé qué cosa y con eso los nativos se convirtieron al cristianismo. No’mbre, manipulación pura al peor estilo de la época. Ahora ya nadie creería eso, y si se diera el caso hacen un chorro de estudios científicos hasta encontrar una respuesta lógica. Ya ves, tanto rollo con eso de que en las milpas de Inglaterra se forman círculos extraterrestres y cuanta cosa, pero al final de cuentas todo sale a relucir y el veredicto es que ni es cosa de extraterrestres ni hay misterio tampoco. Entonces, digo yo, los misioneros «sembraron» esa cruz de zacate y con eso pudieron sublegar [sic] a los nativos.

+ + + + + + +

Aquí hay una plática muy antigua que todavía cuentan de allá cuando los franciscanos llegaron a estas tierras y venían fundando sus misiones y uno de ellos era el padre Quino –muy querido por todos estos rumbos, el padre Quino–. Según la plática, dicen que ellos se habían detenido aquí en lo que era habitadero de indios que no eran muy malos. Entonces la plática dice que andaban unos indios con unos misioneros en el monte trayendo plantas para comer cuando de repente vieron que entre el zacatal había una cruz. Pero, espéreme, lo raro es que era una cruz natural que crecía del zacate, ¡era de puro zacate! –exclama la Sra. María Guadalupe Sánchez, vendedora ambulante. (Relato encontrado en un blog de Homero Adame.)

Que se van los misioneros a darle razón al padre Quino y que se viene el padre Quino con un montón de gente haciendo barullo porque el chisme de una aparición milagrosa corrió de voz en voz como reguero de pólvora. No, qué le cuento, desde ese día empezaron a levantar la misión de esos franciscanos y es la que todavía se conoce como la de la Santa Cruz. Y luego ya fue creciendo el pueblo, así unas casitas alrededor de la misión y luego otras casitas más, y fue creciendo y creciendo hasta que ya era Tepic y se hizo ciudad.

 

Notas:

  1. La imagen de la cruz de zacate fue tomada del sitio de Internet Nayarit en línea. Que el enlace sirva de crédito y agradecimiento a su autor.
  2. La foto del convento de la Cruz de zacate fue tomada del sitio Zona turística. Que el enlace sirva de crédito y agradecimiento a su autor.

Leyendas potosinas: La Cañada del Lobo

EL TESORO DE UNA BRUJA EN LA CAÑADA DEL LOBO

Leyenda de San Luis Potosí

Tesoro en Cañada del Lobo - Misterios de Homero Adame (1)

Portada -Misterios

Esta leyenda fue publicada en el libro «Misterios, leyendas de San Luis Potosí«, de Homero Adame, por graphStyle Editores, en octubre de 2014.

El «Pollo» y «el velado» – anécdota de Linares, N.L.

UN VELORIO INVENTADO POR UNA BORRACHERA

 

Mi abuelo Isidro Lozano tuvo un hermano de nombre Francisco, a quien todo mundo lo conocía como Pancho y se distinguía, entre otras cosas, por su correcta y propia manera de hablar; es decir, jamás decía malas palabras -recuerda el Sr. Jorge Adame Lozano.

Con el paso de los años, ambos se casaron y fueron vecinos, pues vivían pared con pared o tapia con tapia. Uno de los hijos del abuelo se llamó Isidro, a quien todos conocimos como el tío Childo, pero los linarenses lo apodaban “el Pollo”. Por su parte, uno de los hijos del tío abuelo Francisco se llamó Carlos y en la familia siempre lo conocimos como el tío Carlos. Por cercanía de edades, tanto el tío Childo como el tío Carlos crecieron juntos y siempre fueron muy buenos amigos.

Bueno, cuenta la anécdota que una noche de mediados de la década de los años 20 del siglo pasado, el tío Childo y su primo hermano, el tío Carlos, aún siendo adolescentes se fueron al rancho de este último a pasar la noche y echarse unos “topos” de mezcal, dado que eran bastante afectos a esta bebida. En otras palabras, eran “buenos pa’l quiote”.

Para eso de la medianoche, los dos primos ya se habían bailado tres botellas de mezcal y entre canto y canto y risa y risa, bebían y bebían. De pronto, debido a la borrachera, Carlos se quedó totalmente inconsciente o privado, mientras Childo seguía dándole duro al tanguarniz y rascándole a la guitarra que sonaba tan desafinada como su voz. Como vio a su primo en calidad de bulto, le compuso una canción, el infumable corrido «El velado» –que por cierto, jamás se transmitió en el cuadrante de la XER.

De pronto, a Childo se le ocurrió hacerle una broma a Carlos. Le quitó los zapatos, lo tendió boca arriba, sobre la mesa del comedor, con un cojín bajo la cabeza y las manos entrecruzadas sobre el pecho, como si yaciera muerto. En el baño encontró talco y con eso le blanqueó el rostro para que pareciera un difunto de a de veras.

Después se dirigió a la troje, donde agarró una cazuela mechera (antigua cazuela de barro con cebo y una mecha que hacía las veces de veladora) para aluzarse, pues andaba buscando un machete; sólo encontró un belduque (machete corto). Acto seguido, fue al solar y con el belduque cortó cuatro quiotes (flor vertical y muy alta del maguey). Regresó a la casa y colocó los quiotes en cada esquina de la mesa. En las puntas embarró un poco de cebo, les puso estopa con tantito petróleo del quinqué y los prendió con un cerillo, a manera de cirios.

Childo sintió que algo faltaba para completar el cuadro mortuorio. Entonces, usó el mueble trinchador a guisa de altar. Sobre el improvisado altar colocó un crucifijo y todas las imágenes religiosas que encontró en la casa del rancho. También puso la cazuela mechera que se había traído de la troje, además de unas flores de papel que estaban en un florero y un retrato del “difunto”, al cual adornó con un moño negro que medio mal hizo con la valenciana que le cortó al pantalón del susodicho. Y para no desentonar, preparó café con piquete y sirvió varias tazas como para que los imaginarios dolientes tomaran durante el improvisado “velorio”.

El escenario quedó perfecto y “el Pollo” se puso a “velar al finado”, conforme siguió echándose sus pajuelazos de mezcal y cantando el corrido de «El velado». Llegó un momento en que Childo se creyó su propia broma que hasta se puso a llorar en serio por el alma de su primo. Tal era la borrachera y tristeza que lo embargaba, que se quedó dormido en la silla, con su cabeza recargada sobre la mesa donde estaba tendido su primo.

Como a las ocho de la mañana llegó al rancho el tío Pancho (padre del “occiso”) con unos amigos a quienes les iba a vender unas cabras. Cuál no sería su sorpresa e impacto al encontrar a su hijo en tan dramáticas circunstancias, que sufrió un desmayo. Sus amigos los reanimaron, echándole aire y agua fría en el rostro. Luego, con toda la angustia de un padre que ve a su hijo tendido, se le acercó y llorando lo tomó de la cabeza para llevarla a su pecho y decirle cuánto lo había amado. Sin embargo, para su gran alivio y satisfacción, Carlos balbuceó algo ininteligible y su padre se percató que no estaba muerto, sino muy vivo y aún bastante borracho.

Una vez que se le pasó el estupor, de inmediato el tío Pancho se dio cuenta que quien había montado toda esa escenografía había sido nada menos que Childo, quien seguía hasta las chanclas, roncando y babeando la mesa. El susto inicial se convirtió en genuina cólera y le empezó a gritar a su sobrino, hecho toda una furia: “Pollo cab…; levántate, jijo de &%$¡!#*&%#$… Despierta, bribón, hijo mal parido, &$%#&?&$…; gallinácea gorupienta, &$%)$%#&…”

En eso, Childo se medio despertó y su primera reacción fue echarse a correr afuera de la casa. El tío Pancho lo persiguió hasta que “el Pollo” se tropezó en uno de los corrales. Allí el tío lo agarró y le puso una gritiza de esas que no se olvidan, con todo tipo de palabras y calificativos altisonantes, a la vez que lo estrujaba y le daba de manazos. Luego, el tío se quitó el cinto y empezó a darle de cuartazos, pero para fortuna de Childo, los amigos del tío Pancho lo detuvieron hasta que éste se calmó y su tono de voz volvió a la normalidad, es decir, muy propio y correcto, sin utilizar ya malas palabras. Finalmente, le ordenó al caporal que amarrara al desgraciado en un mezquite. (Horas más tarde, una vez que se le bajó el cuete y el sol calaba en serio, Childo pegaba de gritos para que los desataran.)

El tío Pancho y sus amigos fueron a despertar al “pipiolo” de Carlos, o más bien a “resucitar al finadito”, quien por cierto sufrió la peor cruda de su vida, la cual le duró tres días. Él también recibió un fuerte castigo por mano de su padre, para que se le quitara lo briago. En cuanto al “Pollo”, acabó igualmente muy crudo y castigado por su tétrico y fúnebre sentido del humor.

Esta anécdota siempre la contaba mi papá (Jorge Adame Leal) cada vez que la oportunidad se presentaba, pues le causaba muchísima gracia. Y como remate siempre decía: “Pancho Lozano profirió en una mañana todas las malas palabras que no había dicho en toda su vida”.

Relatada por Jorge Adame Lozano
Desarrollada y enviada al blog por Jorge Adame Mtz.

– – – – – –

Si quieres leer otra anécdota de esta familia linarense, sigue este enlace: «El diácono».

Mitos y leyendas de Nuevo León: Los relojes de Lampazos y de Linares

LOS RELOJES DE LINARES Y DE LAMPAZOS, N.L.

(Entre la anécdota y la leyenda)

Podríamos decir que hasta la tarde del 15 de junio de 2008, Lampazos y Linares tenían algo en común: sus tiempos estaban invertidos.

La frase popular «Cada quien cuenta su versión de los hechos» bien puede aplicarse aquí, toda vez que en ambas poblaciones neoleonesas se cuenta una anécdota sin precedentes que explica cómo ellas, al parecer, comparten una historia que la mayoría de sus habitantes desconoce, acaso porque nadie se tomó el acierto de consignarla en su debido momento, o bien, porque entró en el campo del olvido con el paso de los años. Es una historia de tiempo y de relojes, de la cual tenemos a continuación dos versiones.

(Una versión de Lampazos)

En Lampazos hay gente que recuerda cuando llegó el reloj que tienen en la fachada de la parroquia. Aunque las fechas no se precisen, cuentan que las familias acaudaladas habían reunido una buena suma de dinero para adquirir un reloj que habrían de colocar en el campanario. Para ello, se formó una comisión que fue a Europa con el propósito de ver opciones y finalmente consiguió el mejor en disposición. A su regreso, dijo que sería un reloj muy fino, de cuatro carátulas, con una quinta más pequeña viendo hacia el interior de la torre, que serviría al relojero para ajustarlo o repararlo. La comisión había arreglado también todos los asuntos del traslado y explicó que el reloj llegaría en determinada fecha en el tren proveniente de Tampico. El entusiasmo de los pobladores fue generalizado.

Foto de Homero AdameSe aproximó la fecha del arribo del reloj y el pueblo se vistió de fiesta. Para el día pactado, todo estaba listo y tanto la clase gobernante, como la eclesiástica, la elite social, el pueblo y hasta el telegrafista se dieron cita en la estación a esperar el tren, que ese día llegó a tiempo. La banda del pueblo no dejó de entonar sus melodías para aumentar la algarabía. Era tanta la emoción que nadie se percató de que fue el tren de Laredo el que llegó a tiempo y no el de Tampico.

Mientras tanto, como la oficina de telégrafos estaba sola en esos momentos, nadie estuvo para recibir un telegrama que trataron de enviar desde Monterrey, en el cual se explicaba que por una causa inesperada y, al parecer, por un malentendido, habían bajado el embalaje en Linares.

Llegó el tren y ¡también el reloj! Lo que nadie sabía fue que dicho reloj no era el destinado a Lampazos, sino que era el que iba para Linares. Ni siquiera las personas que lo habían comprado se dieron cuenta del error, quizá porque estaban tan emocionados como el resto de los vecinos.

Bajaron el pesado embalaje y lo llevaron al atrio de la parroquia, donde, con gran festín, colocaron el reloj en el campanario de la iglesia. Para ello, los obreros tuvieron que modificar el orificio previamente hecho con el afán de ajustar las dimensiones del reloj para que su única carátula se viera en la fachada.

A mucha gente, al igual que a sus compradores, se le hizo extraño que el reloj en cuestión no fuera tan suntuoso como les habían prometido, ni que tuviera cinco carátulas. Entonces concluyeron que habían sido estafados por la firma europea que se los vendió. Días después, cuando se enteraron del error, nadie se atrevió siquiera a sugerir que quitaran el otro o que fueran a Linares a reclamar el propio, aunque si presentaron una queja contra las autoridades linarenses, la cual no prosperó.

– – – – – – ✡ – – – – – –

(Una versión de Linares)

Cuentan algunas personas de Linares que el reloj que estuvo en la torre-campanario de Catedral hasta el pasado 15 de junio era robado, literalmente, pues no estaba destinado para esa ciudad.

Foto de Homero AdameHace muchos años, la feligresía linarense aportó sus bilimbiques para comprar un reloj que engalanara la única torre de la iglesia. Sin pasarse de manirrotos, todos cooperaron y apenas reunieron lo necesario para adquirir un reloj de una sola carátula, poco suntuoso, pero eso era mejor que nada. Dicho reloj llegaría de Estados Unidos, en el tren de Laredo a Tampico.

Con bombo y platillo, se llegó la fecha programada. El tren de Laredo pasaría por Linares a la hora de costumbre; es decir, tarde como siempre. Sin embargo, alguien se enteró que en el tren proveniente de Tampico venía un reloj. Esa persona avisó a las autoridades linarenses y aunque éstas sabían que el suyo venía desde otro destino, de todas maneras formaron un comité que de inmediato fue a la estación con la esperanza de que hubiera un error. Y lo hubo, o hicieron que hubiera.

Por extraño que parezca, ese día el tren llegó a tiempo y, en efecto, traía un embalaje muy grande. La comisión linarense, entre dimes y diretes con el jefe de estación, arguyendo errores en el destinatario, pues «seguramente en Tampico se equivocaron al poner en la etiqueta Lampazos en vez de Linares», casi a la fuerza, si no es que a punta de pistola o con una buena «mordida», bajó el embalaje para llevárselo al centro. Como en pueblo chico el chisme corre pronto, cuando la comitiva y el reloj llegaron al atrio de Catedral, ya estaban todos los habitantes reunidos y la banda de música tocaba alegremente. Con gran jolgorio abrieron la enorme caja y a todos se les hizo extraño que el relojito que habían comprado era en verdad un reloj muy impresionante, de cuatro carátulas y otra adicional que serviría para que el relojero lo ajustara cuando fuese necesario. Todo mundo se sorprendió muchísimo por la calidad del mismo, pues a nadie se le hubiera ocurrido en su más aventurada fantasía que con tan poquito dinero se pudiera adquirir un reloj tan fino. Aunque todos intuyeron que debía existir un error, los del comité se encargaron de hacer correr el rumor de que se trataba de un regalo enviado del cielo.

Los obreros, que para entonces ya habían abierto un boquete en el lado poniente de la torre para dar cabida a la única carátula del reloj adquirido, se vieron obligados a expandirla (sin más pago que indulgencias, ¡bien haiga!) y, además, abrir tres orificios más para que las cuatro carátulas se vieran desde los cuatro costados del campanario. Una vez terminado este trabajo, mientras la fiesta continuaba, colocaron el reloj en la torre.

Fue así como por muchas décadas Linares tuvo un reloj ajeno, disfrutó el sonido de las campanas que marcaban la hora y los cuartos de hora y muchas de sus generaciones vivieron con el tic-tac de un tiempo que no les correspondía.

– – – – – –

Linares «sin tiempo» – Fotografía de Jorge Adame M.

Reloj de Linares en 2010 – Fotografía de Homero Adame

Reloj de Linares en 2010 – Fotografía de Homero Adame

Nube de etiquetas