Un blog de mitos, leyendas, costumbres y tradiciones de México

Archivo para septiembre, 2013

Xantolo en la Fiesta de Luz 2012 en San Luis Potosí

Este video es del evento de Fiesta de Luz que se proyectó en la Plaza de Fundadores de San Luis Potosí en diciembre de 2012. Todo el concepto del diseño fue hecho por técnicos de la Secretaría de Turismo del estado y estudiantes de Diseño Gráfico y de Animación de la Universidad Tec Milenio, quienes se basaron en un texto que escribí ex profeso. Dicho texto es el que aparece abajo del video.

XANTOLO

Texto original de Homero Adame

Es una tarde gris, no tanto por el color del cielo sino por los atuendos de la gente y el ambiente sombrío de las familias que están reunidas en el panteón, cada cual alrededor de las tumbas de sus difuntos; tumbas sin colorido ni cruces o imágenes cristianas, tumbas de tierra humildemente adornadas con las ofrendas consistentes en alimentos y bebidas, así como el humo de los inciensos. El ambiente es de seriedad absoluta, de reflexión; ambiente de tristeza. Los mayores apenas murmuran algo entre sí. No hay cantos ni rezos, sólo pensamientos de recuerdos; tampoco se escuchan llantos porque nadie acostumbra llorar. Solamente el viento produce ruidos con las hojas marchitas que ruedan por ahí. Ese silencio es por momentos interrumpido cuando se oye algún manazo que se le da a un niño inquieto. Sus padres de esa manera le piden sosiego, silencio y respeto, mucho respeto porque hoy es el Día de los Fieles Difuntos y la tradición indica que nada debe alterar su descanso.

Así es la costumbre entre los nativos de la sierra Huasteca, los téenek o huastecos, quienes cada año puntualmente van a los panteones de sus aldeas o pueblos para recordar a los que han muerto. Pasan la noche en vela y todo el día siguiente junto a las tumbas, conviviendo con sus difuntos en silencio y a través de los recuerdos. La costumbre se ha mantenido inalterada desde sus orígenes, que nadie sabe cuándo empezó.

Pero esta tarde sucede algo extraordinario, algo que trastoca las rutinas, la costumbre, la tradición. La gente se siente alterada y temerosa ante la aparición de un ser fantasmal, Huehues - Danzas huastecas - Homero Adameenmascarado, que anda bailando entre las tumbas. Se oye música, pero no hay músicos ejecutándola. La gente mira con incredulidad primero, asustada después, y huye ordenadamente del panteón. Es gente supersticiosa. Todos hablan entre sí, tratando de explicar lo que han visto. Unos deciden refugiarse en sus hogares hasta que se vaya el espíritu maligno, mientras que la mayoría acuerda ir en busca del sacerdote, el chamán, para contarle acerca de lo que han visto en el panteón y pedirle que haga algo para expulsar a ese espíritu de ultratumba, cuyo único objetivo ha sido el de alterar la armonía entre la comunidad, según han concluido los mayores.

El chamán escucha intrigado el recuento de su gente. Sabe que existen numerosos espíritus que rondan en el monte, en las aldeas, en el panteón mismo, pero uno enmascarado que baila es inaudito; jamás había oído hablar de algo similar.

“Vaya al panteón”, le suplica la gente al chamán, cuyo rostro se ve más serio que de costumbre, rostro de preocupación.

El sacerdote acepta, pero antes de ir tiene que preparar algunas cosas, pues es posible que deba hacer algún ritual especial para ahuyentar al espíritu chocarrero. Entretanto, y por precaución, la gente va a sus casas para armarse con garrotes, hondas y piedras.

Sale la comitiva rumbo al panteón, con el chamán al frente y la gente atrás, armada y asustada. Entran al recinto y no es sorpresivo para nadie que el ánima enmascarada siga bailando alegremente entre las tumbas, al son de la música rítmica pero espectral. El chamán se acerca con cautela; la gente lo sigue a prudente distancia.

“¿Quién eres? ¿Qué quieres aquí?”, le pregunta el chamán al ánima, en lengua téenek.

“¿Acaso no me conoces? Represento la alegría y he venido aquí porque ya me cansé de verlos a ustedes tan sombríos y tristes en estas fechas de recuerdos, como si la muerte fuera una razón de tristeza cuando debería ser todo lo contrario”, responde el espíritu.

El chamán y el espíritu hablan por un buen rato, mientras la gente sigue atenta el curso de la conversación. En cierto momento, el misterioso ser enmascarado pronuncia unas palabras en una lengua que nadie entiende, excepto el chamán, quien comprende el mensaje y luego lo trasmite a los suyos. Les dice:

“Este espíritu es Xantolo que quiere enseñarnos cómo honrar a nuestros muertos con estas danzas”.

Debido a sus creencias supersticiosas y luego de haber oído al espíritu hablar, la gente piensa que más bien se trata de un chistoso que anda jugándoles una broma. Murmuran todos entre sí y uno de ellos se lo dice al chamán, quien con un ademán enérgico le pide callarse. Para entonces, el rostro del chamán ya no muestra señales de preocupación, pero sigue viéndose serio, como es su costumbre. Hace hincapié a su gente que Xantolo no es alguien de este mundo terrenal, nadie de carne y hueso, sino un espíritu benefactor como ya él mismo lo ha explicado.

En eso, y de nueva cuenta, Xantolo dice unas palabras en aquel lenguaje desconocido para los presentes y de la nada aparecen más ánimas igualmente enmascaradas que también se ponen a bailar como si todo fuera una fiesta, y no un día para sentir y expresar tristeza. Advierten que las máscaras son como de ancianos lo cual es interpretado como si representaran a sus ancestros. La música espectral suena más fuerte y rítmica y la gente empieza a moverse con cierto nerviosismo e incluso temor, pues bailar en un cementerio es, hasta ese entonces, considerado como una falta de respeto a los difuntos.

El chamán, con torpeza porque jamás baila ni en las ceremonias, comienza a imitar los movimientos de Xantolo y de su séquito hasta unirse a esa danza con gran ánimo. Poco a poco la gente pierde sus inhibiciones y también se une a la danza. Quienes saben tocar música fueron a sus hogares por sus instrumentos y luego siguen las notas espectrales hasta aprendérselas.

Ese día gris, de acostumbrada tristeza, termina con el crepúsculo bajo un ambiente de gran animación. El chamán y los habitantes del pueblo se retiran del panteón cuando, con la oscuridad, Xantolo y su séquito de danzantes se desvanecieron, no sin antes haberles dicho, en lengua téenek:

“Quiero agradecerles a todos ustedes por haberme escuchado y aceptado terminar felices este día. Mi agradecimiento es también el de sus difuntos, quienes han disfrutado de la música y las danzas. Espero que este día jamás sea olvidado por ustedes y por las generaciones por venir porque celebrar a la muerte es un acto de júbilo”.

Con el crepúsculo de aquella tarde diferente, Xantolo desapareció y los habitantes de esa aldea no sintieron temor. Acordaron ir a las aldeas vecinas para contar lo ocurrido y explicar las enseñanzas de Xantolo. Así lo hicieron, acompañados de los músicos que enseñaron a sus vecinos las melodías de esas danzas. Del mismo modo, los artesanos enseñaron a sus colegas cómo elaborar máscaras especiales que sirvieran para esas fiestas, máscaras que representaran ancianos.

De tal manera se corrió la voz por todos los pueblos de la Huasteca, y a partir de entonces la gente ha seguido la tradición de organizar danzas con huehues enmascarados que bailan en las calles y en los panteones con singular alegría para divertirse, en vez de sumergirse en un momento de llanto y amargura.

Los jicos, una extraña tradición de Nuevo León narrada a manera de cuento y leyenda

LOS JICOS

Costumbre, cuento y leyenda del Altiplano

Hay extraña una costumbre que es propia de algunas poblaciones altiplanenses del sur de Nuevo León, dentro de los municipios de Doctor Arroyo y de Mier y Noriega. Se trata de una especie de fiesta sin comparación, la cual se celebra de manera espontánea y tiene como base el compadrazgo.

Todo surge de un fenómeno natural y poco frecuente que se da en algunas plantas, cuando dos frutas crecen juntas o pegadas, dígase dos tunas, dos elotes o dos calabazas, a las cuales regionalmente se les conoce como Foto de Homero Adame“jicos”. La costumbre consiste en que la persona que encuentra y corta los jicos se los regala a otra, y ésta queda comprometida a secarlos y reducirlos en harina y luego prepararla como dulce para después entregar la mitad del producto a quien se lo regaló. Al hacer esto, se realiza la fiesta y los dos amigos se convierten en compadres.

¿De dónde o cómo surge dicha costumbre? Nadie parece saberlo, pero hay una leyenda, que algunos ancianos narran a guisa de cuento, que bien podría darnos una pista.

Hace muchos años, tantos que ya no hay quien recuerde cuántos, andaba una joven mujer huachichil en el monte cortando frutas. El tiempo de frío había llegado y era su obligación juntar provisiones para el largo invierno. Ella estaba embarazada y pronto iba a dar a luz. Como buena indígena, sabía que, de ser necesario, pariría sola, sin la ayuda de alguien, como lo habían hecho su propia madre y todas las otras mujeres de su aldea. Si le llegaba el momento andando sola en el monte, no debería haber problema.

La época de tuna ya había concluido y era la fruta más preciada por los huachichiles. En eso, la mujer descubrió unos jicos de tuna en lo alto de una nopalera. Inútilmente trató de alcanzarlos con su mano; luego, buscó una vara larga o cualquier cosa que le ayudara, sin suerte alguna. Pensó en tumbarlos de una pedrada, pero eso hubiera hecho que las tunas se echaran a perder. Siguió intentando de muchas formas, incluso poniéndose en riesgo, hasta que pudo cortarlos con la mano. Para su mala fortuna, perdió el equilibrio y cayó entre la nopalera. Como nadie estaba cerca de ella para auxiliarla, no pudo moverse y quedó muy grave, tanto por el frío como por las heridas de las espinas. En la mañana, aún con vida, unos cazadores la encontraron y la cargaron de regreso a la aldea. Llevaba aferradas en sus manos las dos tunas, los jicos.

Resulta que antes de morir, dio a luz a dos niños, algo al parecer inusual, al menos en esa aldea huachichil. Como el hombre de ella andaba de cacería con otros compañeros, la gente esperó su regreso para que él mismo decidiera qué hacer con los bebitos. Mientras tanto, éstos fueron entregados a dos mujeres para que los amamantaran.

Pasó el invierno y el padre de los dos niños jamás regresó ―es posible que haya muerto durante una cacería―. Los gemelos hubieran crecido en la misma aldea de no haber sido por una circunstancia imprevista: hubo una lucha territorial entre huachichiles y xi’oi; a las mujeres y niños los llevaron a sitios seguros, lejos del campo de batalla. Fue así como los hermanos quedaron separados, al igual que los pobladores de aquella aldea, quienes con el paso del tiempo formaron dos o tres clanes distintos.

Transcurrieron los años y varios clanes de la nación huachichil decidieron hacer alianzas entre ellos para crecer en número y unir la fuerza de sus guerreros con el propósito de hacerles frente a los enemigos de otras tribus o naciones. Para lograr las alianzas, era necesario desposar a los jóvenes de diferentes clanes, quienes no tenían inconveniente en hacerlo. Así, el jefe de un clan, y padre de dos hermosas doncellas, ofreció a sus hijas a sendos jóvenes guerreros. Como hubo muchos pretendientes, el hombre les dijo que las daría en matrimonio a los dos guerreros que trajeran las mejores ofrendas. Todos salieron en busca de algo para complacer al futuro suegro.

Al tercer día, regresaron los pretendientes con sus ofrendas o dotes. Las exhibieron ante el padre de las doncellas para que tomara su decisión. No batalló mucho en hacerlo. Dio las manos de sus hijas a dos jóvenes que habían traído, cada uno por su lado, jicos de tunas, pues eso había sido algo excepcional. Encontrar jicos no es tarea fácil; encontrar dos jicos de una misma fruta es más difícil; que dos jóvenes hubieran llevado una ofrenda igual era algo por demás inusual, y por dicha razón el jefe del clan decidió de inmediato quiénes serían sus yernos.

Lo que tal vez él no supo, ni los jóvenes tampoco, fue que ellos eran aquellos gemelos cuya madre murió cortando jicos. El destino los volvió a unir, ahora casados con dos hermanas.

Esta leyenda se publicó en el libro Portada de Mitos y leyendas de huachichiles, con guerrero huachichilMitos y leyendas de huachichiles, de Homero Adame, por la Secretaría de Cultura del estado de Oaxaca como resultado del trabajo ganador del Premio Mito y Leyenda «Andrés Henestrosa», 2007.

Tradiciones mexicanas: Fiesta dedicada a San Jerónimo

FIESTAS PATRONALES DE SAN JERÓNIMO

En Moctezuma, SLP

 

El 30 de septiembre es el día de la fiesta patronal de San JerMoctezuma, SLP - fiesta de San Jerónimo - foto de Homero Adame (1)ónimo, en Moctezuma. Los festejos inician desde el 17 con una misa y la bajada de la imagen de San Jerónimo del nicho que ocupa en la iglesia. Los encargados de bajarla son los “padrinos” elegidos para este año.

La novena comienza el día 22 con entradas de cera y una misa. En los días subsecuentes varios grupos de las comunidades hacen sus peregrinaciones.

Desde la tarde del día 29, la plaza se ve engalanada con la fiesta popular en, para la cual se elige a la reina.

El 30 inicia con las tradicionales “mañanitas” a las 5:00 am. A media mañana se oficia una misa, que los niños aprovechan para hacer su primera comunión. A la 1:00 pm se oficia la solemne misa patronal.

En la tarde se hace el paseo de la imagen de San Jerónimo en procesión y con carros alegóricos. Después se celebra otra misa, para la cual se sube la imagen del santo a su nicho y luego se quema pólvora como conclusión de la fiesta.

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